VIERNES SANTO… EL EVENTO QUE NOS SEPARA DE NUESTRA VERDADERA ESPIRITUALIDAD
Todos tenemos en nuestro ser un sentido de necesidad espiritual. A mayor o menor grado la tenemos, tal ves como yo existen muchas conformaciones de carácter que por encima de como la nutramos, los valores y experiencias, la fuente principal de atenderla en nuestro ser es observando lo maravilloso del funcionamiento de la naturaleza. Por cierto, nosotros mismos como seres humanos, somos parte de esa naturaleza y nuestra conducta y forma de tratarnos en comunidades familiares, laborales, deportivas, en fin, en toda la diversidad de nuestro entorno social, fluye, se marca, según el grado en la que la manifestemos. Otros la nutren en la búsqueda de respuestas a cuestionamientos de un entendimiento no claro de lo que observamos y sienten un grado importante de protección y seguridad en la creencia de un ser divino que nos protege y nos dirige en nuestro trayecto de vida. Muchos piensan que tener una creencia que sea real para uno, que existe una divinidad que nos mira, nos escucha, nos brinde seguridad en todo momento, nos alivia nuestro trayecto.
Por eso existen la gran diversidad de iglesias o congregaciones de personas que construyen una variedad de dogmas con fundamentos de una creencia divina, cual fuera, que le de una base fuerte para interactuar con los demás. Sin embargo, ese modelo de espiritualidad construida en un conjunto de creencias bajo una base de pensamientos de cosas y sucesos que no podemos validar como reales y hechos, provocan lo que llaman las llamadas interpretaciones de lo que no podemos entender ni explicar como algo real que nos impulsa a intentar creer tener la verdad absoluta. Cuando le damos un vistazo a nuestra historia de la humanidad y la reflexionamos, encontramos los grandes fallos que se han cometido por tratar de llevarnos a un modelo de espiritualidad basada en una fe en creencias de una divinidad que no podemos explicar y menos intentar probar que nos escucha.
Viernes santo es un evento construido bajo una necesidad que tenemos de reflexión en nuestro interior de llenar una espiritualidad verdadera que nos asecha en todo momento. Pero su construcción tiene como base valores formados por una ilusión de vida que cumple muy bien con una fe engañosa que nos separa y divide, nos prejuzga y nos hace creer que somos un grupo particular único merecedor de respeto y privilegios especiales que solo podemos obtener si somos devotos a lo que no podemos explicar, a lo que no podemos ver, pero peor aún, a lo que para muchos supera el reconocer el sufrimiento y las necesidades de lo que si vemos que ocurre a nuestro alrededor. ¿Cómo podemos ser ciegos y sordos a la realidad en la que interactuamos entre nosotros mismos si son esas experiencias y conductas auténticas y visibles la que nos deben impulsar a dar nuestro amor, respeto, cariño, empatía, atención hacia nosotros mismos y por supuesto hacia nuestro semejante sin importar quienes sean?
Para mi la verdadera espiritualidad se ejecuta en nuestro verbo no en lo sustantivo. La capacidad de actuar y movernos por el bien de nuestros semejantes no nos separa, sino todo lo contrario, nutre esa necesidad de amarnos, querernos y de impulsar a llevarnos en una integración comunitaria dentro de la diversidad.
José Luis–PRENSA COMUNITARIA
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